lunes, 17 de marzo de 2008

Crítica * La Nación




Inquietante juego psicológico por Verónica Pagés 16/9/2007

Hipocampo . Texto y dirección: Hernán Morán. Intérpretes: Germán Rodríguez, María Urtubey y Augusto de Vera. Iluminación: Javier Casielles. Escenografía: Hernán Morán y Javier Casielles. Producción ejecutiva: Valeria Casielles. Asistencia de dirección: Lía Bagnoli. Abasto Social Club, Humahuaca 3649 (4862-7205). Sábados, a las 21. Entrada: $ 18. Duración: 60 minutos. Nuestra opinión: muy buena
Hernán Morán propone un oscuro juego psicológico que tanto uno de los personajes como el público debe ir desentrañando; uno para entender lo que sucedió con su vida, y el otro, para degustar una trama por demás inquietante.
Ya desde el planteo estético, que se ve reflejado sobre todo en un buen diseño de luces y en un ajustado trabajo musical, se hacen presentes el misterio, el secreto, el engaño. Y allí está ella, Evelina, en su silla de ruedas, casi presa de un hombre que trata de aquietarla con medicamentos, frases corteses y algo de cariño. Martín podría ser, pues, su marido, su terapeuta, su carcelero, o las tres cosas juntas. A este planteo enigmático, cerrado, se suma la aparición de un joven, Esteban, al que sólo ve Evelina. En un comienzo, esa presencia la inquieta, pero luego se da cuenta de que puede convertirse en su aliada. Pero desentrañar la verdad, apartar la neblina que cubre todo, puede resultar aún más difícil de enfrentar que ese presente tan poco alentador.
Morán pudo desarrollar la trama con la sutileza y la precisión necesarias como para que se fuera descubriendo muy de a poco, con suavidad, en el desarrollo, pero con contundencia en su significado. Para ello contó, como ya se dijo, con un muy buen trabajo en las luces y en la música -que tiene un peso dramático enorme-, pero, sobre todo, con un muy buen elenco, en el que tanto María Urtubey y Augusto de Vera logran compenetrarse y transmitir fuertes emociones, pero quien se destaca por su variedad de matices y sus inquietantes dobleces es Germán Rodríguez, que interpreta a Martín, el único conocedor de todos los secretos.
El gran hallazgo de esta propuesta es que cambia toda esa negritud misteriosa del comienzo, en el que la locura parece tener las de ganar, en una angustia agobiante (que se siente fuerte en el cuerpo) hacia el final. El trabajo actoral es imprescindible para este logro.

Crítica * Artes escénicas

Hipocampo: Rosebud por Diego Braude.

El evento traumático. La máscara. La conformación de un relato alterno como forma de llegar al real.
Una mujer ha sufrido un accidente que la ha dejado postrada. Su recuperación es lenta, trabajosa. No ayuda que ve a un joven al lado suyo, visión que a veces comenta a su marido, pero otras oculta por temor a vislumbrar una incipiente demencia.
Rosebud, el trineo de Charles Foster Kane, perdido en una red de memorias y relatos, tiene acá su equivalente en el núcleo traumático que Evelina no puede recordar, bloqueado, disfrazado, huidizo. Ella es, además, psicoanalista; adivina en la oscuridad de los símbolos un camino, así como ella misma y la propia trama están presentes en el discurso. Palabras que funcionan como los ladrillos de un edificio; individualmente, parecen frases bonitas, pero juntas muestran el dibujo completo.
La música y el juego lumínico de claroscuros, así como el vestuario y cierta condificación en la actuación o en determinados cuadros que se logran, llevan a los ´50s. Una atmósfera de hitchcockiana opresión también está ahí, como en la carta que lee el joven fantasma, donde habla de un sueño en el que un caballo le apoya las patas sobre el pecho y le impide respirar.
Los fantasmas siempre están en el lugar de algo, y hablan más de quienes los ven que de los fantasmas mismos. Como define bellamente Martín, el marido de Evelina, el dolor por la ausencia de un ser querido es en realidad la angustia por su inextinguible presencia, marcada por los trazos de recorridos hechos innumerable cantidad de veces, de muecas, de acciones repetidas e identificatorias, de espacios atravesados por tiempos compartidos y sentimientos que tienen un anclaje de fechas específicas. El dolor de la ausencia es, entonces, el de la presencia que se hace cuerpo en el recuerdo.
Como todo texto psicoanalítico, el del drama de Evelina está plagado de referencias, apropiaciones de traumas ajenos, recuerdos sueltos que, aparentemente, no tienen solución de continuidad. El discurrir de Evelina es similar al de una terapia, como le pasaba al personaje de Gerard Depardieu en “Una simple formalidad”, de Polanski. En aquella película, Depardieu es un escritor famoso que, repentinamente, se ve llevado a una comisaría en una noche lluviosa. Sin entender por qué, el interrogatorio por un homicidio se vuelve interminable. Es sólo cuando el protagonista puede entender por qué no puede irse o por qué la noche no acaba, que puede liberarse. Para Evelina es lo mismo.
Hipocampo es el caballito de mar, monógamo y capaz de morir si su pareja fallece primero. Hipocampo también es el lugar del cerebro dedicado a la memoria a largo plazo. El hipocampo atraviesa misteriosamente el relato, siendo una pista que en realidad es otra cosa. Funcionando por asociación libre con otros elementos que, lentamente, van permitiéndole a Evelina recordar.
Las luces van modificándose, dando una suerte de tiempo enloquecido, un no tiempo, que es el del que está bloqueado y varado en su trauma. Asimismo, el artificio cinematográfico, la condensación de esa energía que busca salir, pero que suele puede encontrarse a sí misma liberada cuando la protagonista conecte los puntos sueltos. Su marido y el joven que ella ve buscan ayudarla, guiarla, pero, lógicamente, aunque conozcan la verdad no pueden decirla (porque esta llega sólo para el paciente y por el paciente a través de la elaboración del trauma en su terapia). No es casual que la protagonista esté postrada; sólo puede ver, escuchar, hablar, pero necesita de la ayuda de otros (la silla de rueda, las muletas); su cuerpo, se podría decir, somatiza su propia parálisis, es un síntoma, no meramente un resultado.
Clima de textos poéticos y de silencios significativos. Como en “Vértigo”, de Hitchcock, el deseo de vivir conviven con la muerte y la melancolía. La demencia que Evelina teme es el conflicto entre una punta y la otra. Todo en el texto que conforma el evento escénico es un dato, una pista, una piedrita que es parte del camino amarillo hacia sí misma, hacia Rosebud.

Crítica * Crítica Teatral


Vericuetos de los recuerdos por Gabriel Peralta.


Una buena trama dentro de un ejercicio de estilo en la nueva obra de Hernán Moran
El título de la obra no se refiere al simpático animal marino; si no a una zona del cerebro que posee la forma de ese animal. Esa zona del cerebro, aunque no se tenga consenso y certeza científica, tiene una vital importancia en la “...formación de nuevos recuerdos asociados a la experiencia o memoria autobiográfica” (según un interesante artículo publicado en Wikipedia).Lo cierto que esta humildísima introducción sirve para introducirnos en la materia de la nueva obra de Hernán Moran.Los recuerdos, ya sea por su ausencia o por su persistencia, en manos de Moran cobran la estatura de extrañeza y misterio. Todo lo que sucede en escena esta teñido de incertidumbre, cada pista deriva en otra duda, lo real e irreal pierden sus fronteras.El director y dramaturgo eligió para enhebrar su trama un ejercicio de estilo, que sitúa al espectador en las antológicas películas psicológicas-policiales de las décadas del ´40 y ´50, y que tiene a Alfred Hitchcock como uno de sus principales íconos.Las buenas actuaciones acrecientan la sensación de un incomodo misterio, por que cada uno de los actores –Germán Rodríguez, María Urtubey y Augusto de Vera- con pequeños detalles, crean un halo enigmático alrededor de ellos, en el que es muy difícil discernir verdad de mentira.El diseño de luces ideado por Javier Casielles, instala un acertado ámbito sombrío, que junto a una excelente banda de sonido ayudan a un envolvente clima atemporal.No es novedoso el puntilloso uso del lenguaje en las obras de Moran, que en este caso le es útil para ocultar lo evidente.Hipocampo es una obra para sumergirse en los misterios de la mente y sorprenderse con un final de sutilísimo impacto.

Nota * Clarín

TELONES Y PANTALLAS : EL MINIRREPO A HERNAN MORAN (AUTOR Y DIRECTOR)
Por Hernán Firpo.

Un Escribiste y dirigís un thriller psicológico teatral.Sí, se llama Hipocampo y se estrena este sábado (en el Abasto Social Club, Humahuaca 3649). Aquí trabajé mucho con cinematografía específica de los años 50, en particular con la obra de Hitchcock. Vi como diez veces cada película. ¿Y de qué trata?Hipocampo plantea un juego entre lo paranormal y lo psicológico frente a un mismo hecho. Una mujer postrada en una silla de ruedas se encuentra a solas en su departamento y empieza ver a un chico. El chico revisa sus cosas y le lee cartas. Ella decide no contar nada porque cree estar loca.Por lo general trabajás con décadas, ¿no es cierto? La obra anterior, "Rotary", tenía un anclaje en los 60.Es así. Con Rotary eran el pop y el Di Tella. Ahora me fui más atrás.

Crítica * Descongelando Mentes








Hipocampo Muy buena actuación de María Urtubey en interesante puesta que conjuga suspenso e intriga dentro de una concepción casi cinematrográfica que pareciera salirse de un film del genial director británico Alfred Hitchcock.
La opinión de charly BorjaMuy buena puesta teatral con un magistral toque “Hitchcock” a toda su estética visual y auditiva, los protagonistas de la obra son cuatro, Germán Rodríguez, María Urtubey, Augusto de Vera y “la iluminación” que juega un papel fundamental en las instancias dramáticas y de intenso suspenso que presenta la obra.
Los planos imaginarios y reales se van sucediendo con una marcación muy bien sincronizada que separa bien los planos para el espectador, María Urbubey da vida a un personaje central, torturado por sus recuerdos y por su enfermedad que le trae muchas paradojas mentales, excelente interpretación de la joven y talentosa actriz quien lleva sobre sus espaldas todo el peso dramático de la obra.
Otro protagonista de importancia es la musicalización que evoca otros tiempos con un clima netamente cinematográfico, gran hallazgo del director Hernán Morán.
La obra entretiene, mantiene en vilo al espectador desde el primer minuto de su desarrollo y va creciendo en intensidad dramática con el transcurrir de los minutos, recomendable y enigmática propuesta.

Crítica * Casting Porteña


Hipocampo * Un thriller psicológico * Por Eva Matarazzo



La palabra Hipocampo, puede tener dos acepciones por un lado se refiere al caballito de mar y por otro lado puede utilizarse para mencionar una parte del cerebro humano de formato similar al de este animal.

Con respecto al hipocampo como parte del cerebro, su funcionamiento esta relacionado con la memoria, y este puede provocar su deterioro, causando a su vez la mayoría de las demencias.

En el caso del caballito de mar, tanto su belleza como su vida y comportamiento han llenado de asombro a los seres humanos, desde la antigüedad hasta nuestros días. El Hipocampo simboliza la fidelidad masculina y el amor a la familia. Esto lo descubre el personaje principal de la obra en una de las lecturas que ayudan a la recuperación de sus recuerdos.
Hernán Morán propone en esta obra un oscuro juego psicológico donde la psiquis de uno de sus personajes, producirá un interesante recorrido, del cual participará también el espectador, hasta llegar a la reconstrucción de la historia acontecida.

Tomando como referente la cinematografía de Alfred Hitchcock, la estética utilizada en esta pieza se asocia en cuanto a los ambientes, la vestimenta, la iluminación y la utilización dramática de la música, a las simbologías de "Vértigo" de A. Hitchcock y "El bebe de Rose Marie" de R. Polansky, una elección muy acertada por parte de la dirección.
Se aprecia además un muy buen manejo de las emociones por parte de la actriz María Urtubey, quién sostiene muy bien el estado de dramatismo y suspenso, durante todas las escenas. El personaje del marido (Germán Rodríguez), también logra por medio de pequeñas acciones crear la intriga y el ambiente requerido de acuerdo a la estética elegida. El tercer personaje (Augusto de Vera), tiene una presencia más onírica.
El cuanto a la puesta se destaca también el diseño de luces, muy preciso para lo que se está contando en cada momento y acorde a los climas requeridos.
Finalmente la siniestra verdad solo será develada cuando sean enfrentados los fantasmas.

Hipocampo. Texto y dirección: Hernán Morán. Intérpretes: Germán Rodríguez, María Urtubey y Augusto de Vera. Iluminación: Javier Casielles. Escenografía: Hernán Morán y Javier Casielles. Producción ejecutiva: Valeria Casielles. Asistencia de dirección: Lía Bagnoli. Abasto Social Club, Humahuaca 3649 (4862-7205). Sábados, a las 21. Entrada: $ 18. Duración: 60 minutos.